22.11.15

Creo en el ser humano



Lloré cuando recibí por whatsap la noticia de los atentados de París. Confieso que una furia inmensa empezó a ascender por mi garganta cuando leí los periódicos al día siguiente. Algo dentro de mí me avisó: no te envenenes con esto, porque es este veneno acumulado en el corazón de las personas lo que les hace cometer esta clase de actos. Dejé el periódico sobre la mesa, y respiré dos o tres veces, para llenarme de otras cosas que me permitieran hacer frente a la noticia de una manera distinta. La furia se convirtió en tristeza y en una decisión obstinada y visceral: no voy a poner ni un miligramo más de odio en el mundo. Ya sobra. A estas alturas de mi vida ya sé que el ser humano es mucho más que eso.

Ayer dos hombres golpeados de lleno por la tragedia me recordaban, a través de sus escritos, la bondad fundamental del ser humano. Tras leerlos, la congoja que me lastraba el alma se convirtió en un aleteo de esperanza, pues  su grandeza de corazón me ayudó a entrar en contacto con la mía. Antoine Leiris perdió a su joven mujer en los atentados de París. Ha tomado la decisión de no dejarse vencer por la rabia y el miedo y en un acto de valor y de libertad lo ha manifestado por escrito en Facebook [1] con toda la ternura que merece su hijo Melvil, de 17 meses. En la mismas circunstancias murió Eric, primo de Alexis, cuyo el dolor le empuja a escribir una carta por la paz dirigida a toda la humanidad[2]. Tanto Antoine como Alexis han decidido no odiar, no entrar en la espiral de violencia sino darle otro destino a su dolor.

Me pregunto ¿qué hago yo con mi dolor, con mi miedo, con mi rabia? Porque si no he respondido a esta pregunta tendré que encontrar la respuesta a estas otras: ¿Qué hacen el dolor, el miedo y la rabia conmigo? ¿Qué hacen de mí? ¿Qué hacen de mi vida? Las respuestas reflejan cómo es mi persona. O decido conscientemente lo que hago con estas emociones o me manejan ellas a mí. Toda la barbarie que nos llena de espanto y de la que una y otra vez nos lamentamos se comete cuando estas emociones se adueñan de nosotros.

¿Cuántos años más necesitaremos para darnos cuenta de que siendo esclavos de nuestros cerebros reptiliano y mamífero no damos con las respuestas a los problemas que nos aquejan desde hace siglos? ¿Cuánto tiempo necesitas tú para constatar esto en tu brevísima vida? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que tenemos que elevar nuestro grado de conciencia y posicionarnos desde nuestro ser más profundo para poder vivir en paz como todos anhelamos vivir?

Alexis y Eric me devuelven la fe en el ser humano porque apuestan decididamente por el amor. Y no lo hacen desde la inconsciencia, no. Lo hacen cuando el horror ha despedazado sus vidas y los ha obligado a renunciar a parte de sus sueños. Lo hacen desde el dolor. No hay nada tan potente como el dolor para tomar conciencia de las cosas. Las semillas del odio plantadas por otros han estallado en su jardín. Y su respuesta es plantar semillas de amor. Cubrir de flores el terreno arrasado, en lugar de ir a arrasar otros jardines, o incluso el propio. Devolver vida a cambio de muerte. Eligen vivir en libertad, no esclavizados por el miedo.

Cuando leí a Antoine y a Alexis, sentí una admiración infinita y la tentación de pensar que eran seres especiales, de otro planeta. Pero no es cierto. Yo, tú, él, ella somos como ellos. Todos tenemos bondad, amor, valor dentro de nosotros. Si en ocasiones nos vence el odio, el miedo, la ira y la mala sangre es porque, de manera consciente o inconsciente, las alimentamos. Hay que elegir qué parte de ti quieres potenciar, decidir cómo la alimentas y hacerlo sin descanso. Nadie dice que sea fácil apostar por el amor, pero es la única manera de llegar a ser libres de estas emociones que nos esclavizan. No quiero olvidarme nunca más. Porque sé que cuando me atrevo a vivir esta verdad, VIVO, y cuando la niego, entro en una senda que me lleva irremediablemente a la muerte en vida, pues mata lo mejor de mi hasta hacerme creer que no es cosa mía. Llegamos a creer que no es propio de nosotros aquello que más nos define: el amor.

Habrá quien piense que los que así vivimos somos ilusos. A la historia me remito: Llevamos miles de años intentando solucionar nuestros conflictos por la fuerza bruta. Y estamos donde estamos. Lo ilusorio es creer todavía que esa vía tiene posibilidades de éxito. Hay que probar otra. Hay que descubrir de una vez por todas de lo que es capaz el ser humano cuando saca lo mejor de sí.

Antoine y Alexis son una pequeña muestra de ello. En lugar de quejarse del mundo en el que van a vivir sus hijos, plantan las semillas que harán de él un más bello jardín.

¿Quién más se apunta?



Marita Osés

Noviembre 2015






[1] http://www.infobae.com/2015/11/17/1770399-carta-abierta-del-marido-una-victima-los-terroristas-del-estado-islamico


[2] http://www.wkup.org/una-carta-de-alexis-sobre-la-paz/

10.11.15

Sintonizar conmigo antes de conectarme con el mundo


He decidido no dejar el teléfono móvil a la vista cuando me voy a acostar. No quiero que sea lo primero que me encuentro al salir de la cama, para no caer en la acción automática de comprobar si hay llamadas, correos o mensajes nada más levantarme.

Iniciar la jornada pendiente de lo exterior, antes de tomarme el pulso interiormente es empezar cada día la casa por el tejado. Sin darme cuenta -y al final por puro hábito-, doy prioridad a todo lo que ocurre afuera y desequilibro la balanza en mi contra ya de buena mañana.

Antes de mirar el móvil, me hago un par de preguntas:

¿Qué hay en mí que requiere atención hoy? ¿Qué me están diciendo mi cuerpo, mi estado de ánimo, mis sensaciones, recién despertada? Antes de conectar con responsabilidades, obligaciones y planes ¿qué tal si conecto con mi ser? ¿Qué whatsapps o mensajes me está mandando o están ya en las bandejas de entrada que son mi corazón y mi mente? ¿Sé descifrarlos?

Vale la pena escuchar lo profundo, no quedarse con el primer mensaje, que suele ser repetido y monótono, como un contestador automático: tengo sueño, ojala no tuviese esta reunión a primera hora, cené demasiado, no voy a tener tiempo de hacer todo esto, otra vez de lluvia, qué frío, qué calor. De acuerdo,

¿y qué más?

Si atravieso este bosque de primeras sensaciones, sobre todo si son negativas (es muy revelador averiguar de dónde salen, pero para eso necesitamos más tiempo), conecto con otro nivel, otra vibración más interna. Reconozco esa parte de mí, le doy los buenos días, y le pongo nombre a ese río que fluye por debajo de la superficie: alegría, expectación, desánimo, rabia, enfado, entusiasmo, decepción, hartura, gratitud, confusión…lo que sea. Se trata simplemente de constatarlo, y, a ser posible, aceptarlo, sin intención de cambiar nada. Una de las paradojas más sorprendentes de la vida es que cuando acepto algo tal como es, este algo se relaja y se transforma. Y el fruto de esa transformación suele ser precisamente aquello que nuestro ser profundo anhela. A continuación, reconocer que probablemente tengo razones para estar como estoy y tomar conciencia de que ese va ser el filtro a través del cual voy a percibir toda la jornada. Eso que hay en el fondo va a ser el sesgo o la perspectiva con la que viviré todo lo que me suceda hoy, aunque tal vez no vuelva a acordarme de este estado interno que lo provoca.

Basta prestarle atención unos segundos, para sentir que estamos al mando. Es decir, para no alimentar aquello que hemos visto y que no nos gusta o, por el contrario, para potenciar lo que sí nos interesa.

Este rato que me dedico antes de mirar el móvil es decisivo, porque determina qué parte de mi voy a potenciar. Si le doy suficiente espacio a mi verdadero ser, no dejo que el ego se apodere de mí. Es fácil saber cuándo estamos en manos del ego, porque aunque parezca muy audaz, incluso arrogante, el origen de su actuar está siempre en el miedo. Miedo a desaparecer, a perder, miedo a no saber, a equivocarse. El ego teme. Por eso siempre controla, protege, hace. Por el contrario, el ser auténtico confía, facilita y permite que las cosas sucedan, espera y, sobre todo, ama. Ama lo que es y lo que hace.

Una vez me he centrado, consulto mi móvil, y toda la información que entre en mi a partir de ese momento, estará filtrada por el estado de ánimo que he decidido favorecer. Seré mucho más proactiva que reactiva.

Esos minutos dedicados a sintonizar conmigo determinarán a lo largo del día la calidad de mis acciones y, sobre todo, de mis relaciones. Merece la pena.

Marita Osés
Noviembre 2015